16 Sep Intervención en parejas
Cuando una pareja llega a consulta lo suele hacer por dos motivos: o bien por un problema ocasional que ha sobrevenido a la familia, como por ejemplo la muerte de un hijo, un aborto o la enfermedad de alguno de los cónyuges; o bien por un conflicto que se alarga en el tiempo y no está definido.
En el primer supuesto, la pareja -y en su caso los hijos- resuelven el duelo, la familia se reestructura y, si todo está en orden, siguen adelante.
En el segundo caso, cuando la ayuda que demanda la pareja es la resolución de un conflicto que está por precisar, entonces esta misma, es la primera tarea: la definición de cuál es el problema entre ellos.
Cada uno de los miembros de la pareja expondrá los hechos desde su versión o desde su vivencia y en la mayoría de los casos se mostrarán convencidos de que es el otro o la otra quien tiene la responsabilidad. Muchas veces llegarán con la “esperanza” de que, por fin, alguien les acabe dando la razón.
Así las cosas, lo que más urge en la intervención con parejas es realizar un nuevo encuadre, definiendo el patrón relacional que mantienen. Es decir, qué hace o deja de hacer cada uno de ellos para que el otro o la otra respondan de esa manera y no de otra.
Por regla general, al definir el patrón, se define el problema y se puede intervenir.
Haré referencia en este escrito solo a los problemas más frecuentes que se plantean.
LA PAREJA QUE NO SE “COMUNICA”
Una de las situaciones bastante habitual en la terapia de pareja es la que plantea como conflicto el hecho de que “no se comunican”, que no tienen casi relación, que él o ella nunca hace caso de lo que el otro o la otra le pide, que siempre está en silencio, que no habla… que no está con la familia. Uno de los cónyuges está “ausente” (emocionalmente hablando).
En realidad, se trata de un síntoma. En ese sentido, una pregunta importante a hacer es cuánto tiempo se mantiene esta situación de “incomunicación”, para poder ir entendiendo que función cumple ese “síntoma” en la relación de pareja y de qué forma se sostiene el conflicto.
En la mayoría de las parejas que exponen esta queja: “no hay comunicación”, se trata de un síntoma que obedece a dos situaciones subyacente aunque hay excepciones y no siempre es así. Añadamos además que la duración de este síntoma nos ayudará a discernir cuál de las dos tiene que ver más con la pareja que tratamos.
En el primer caso si el síntoma que ha aparecido es relativamente reciente -entre algunos meses y un par de años atrás, como mucho-, lo habitual es que esté enmascarando una situación donde alguno de los dos miembros de la pareja siente que la relación se acaba. Dicho de otro modo: se quiere ir pero que no encuentra la forma de decirlo y de expresarlo abiertamente (sea consciente o no de ello); y así la expresión de ese silencio, que su pareja interpreta a su vez como “falta de comunicación”, está “comunicando” malestar y deseo de marcharse. Precisamente porque el silencio tiene mucho contenido, cuando una persona no le habla a otra, cuando no la mira, cuando no la tiene en cuenta, una de las cosas que puede estar diciendo es: no quiero estar aquí, no me interesa.
Hay que tener siempre presente que no es posible la no comunicación, es decir, siempre estamos comunicando, sea con las palabras o sin ellas. Es la primera premisa de la comunicación humana, “no es posible no comunicarse”; (Teoría de la Comunicación Humana, Paul Watzlawick)
Abandonar a otra persona siempre es duro y doloroso, y a veces se opta por cambiar el comportamiento, sin que sea algo totalmente premeditado o consciente, con la fantasía de que sea el otro o la otra quien finalmente ponga fin a la relación. En estos casos, una ruptura puede acabar siendo mucho más dolorosa de lo que lo sería si se planteara abiertamente la situación.
En ocasiones, se accede a terapia pensando en dejar a la pareja con la que se convive, de ahí que no se acuda con la intención de “salvar la relación”, sino con la de encontrar la forma de ponerle fin. Por el mismo motivo, tampoco en la sesión se hablará abiertamente, pero si se mostrarán las resistencias a aceptar las propuestas de cambio, como una forma de decir: yo no quiero esto.
Otra cosa distinta es cuando la pareja lleva más tiempo con este síntoma, quizá alrededor de 10 ó 15 años, lapso que normalmente suele coincidir con el que llevan juntos. Si es el caso, lo más probable es que el síntoma esté enmascarando otro conflicto más profundo entre ellos. A buen seguro, tendrá que ver con cómo se sienten “tratados” el uno por el otro, algo que no les hace cuestionarse la continuidad de la relación, pero que hace que tampoco les acabe de resultar satisfactoria.
En este apartado de cómo se sienten “tratados” se incluye qué prioridad se le da a la pareja frente a la familia de origen, los amigos, el trabajo… En este caso, se trata de restablecer un nuevo orden de prioridades en la estructura de relación, un orden que sea apropiado para cada uno de los miembros.
LA PAREJA “NI CONTIGO NI SIN TI”
Hay cierto tipo de parejas que entran en un juego o en una “lucha por el poder”, un mecanismo que les impide dejar la relación sin que, a la vez, se sientan bien dentro de ella.
Por lo general, estas parejas llegan a terapia cuando ya se han separado y vuelto a unir varias veces porque, precisamente, ese es su “vínculo”, por paradójico que resulte. Se “unen” en la lucha.
Se establece un juego que sería algo así como “necesito ser yo quien gane este juego”. Los dos miembros de la pareja necesitan tener la sensación de «vencer» (de que ha sido el elegido o la elegida, de que ha sido el que ha conseguido preservar su dignidad….), pero en realidad no está dispuesto a dejar el juego tan fácilmente. Así, pasado un tiempo, volverá a “invitar” al otro miembro a continuar, proponiéndole de tal modo una vuelta a la relación. Se encontrará con un “adversario” que está esperando la “oportunidad” de recuperar el poder, de establecer que por fin se ha reconocido su valía. Este último suele ser el argumento que ellos/as se darán para justificar su vuelta a la relación, además de todo el amor que dicen profesarse, razón por la cual no pueden dejar de estar juntos.
Pasado un tiempo desde la vuelta, lo que llamamos “una nueva luna de miel”, comenzarán de nuevo los conflictos, las dudas, el no estar, los reproches (más fuertes aún porque se supone que había un compromiso de que las cosas iban a cambiar…), y se vuelve de nuevo al patrón de no me reconoces, no me miras, yo así no puede seguir y me voy. A pesar de todo, con bastante probabilidad la relación comenzará un nuevo ciclo.
Ante la desesperación de no poder salir de ese círculo algunas parejas piden ayuda. Estas son las más difíciles de tratar, porque la terapia acaba siendo un contenido más de todo eso que a uno o a otro no le va a servir de la relación de pareja. En definitiva, no les sirve nada de lo que ocurre en la interacción que mantienen, porque lo que en el fondo necesitan es repetir una y otra vez la vuelta al vínculo con el anhelo más profundo de que esta vez, por fin, puedan encontrar ese amor y ese reconocimiento que necesitan.
Si nos preguntamos qué buscan realmente estas personas, quizá la respuesta más frecuente sea que necesitan calmar un desasosiego que tiene que ver con sus primeros vínculos. Probablemente, por las circunstancias que fueren, los mensajes de aprobación o de amor que recibieron de sus padres fueron contradictorios. Por ejemplo, una madre o un padre que asegura a su hijo que lo quiere mucho, pero que nunca está conforme con aquello que el niño o la niña logra; éste se esforzará por conseguir en todo momento la aprobación del padre o la madre dentro de su relación de pareja, cosa que no ocurrirá, porque lo estará buscando en el lugar equivocado.
Incluso puede que estas personas tengan muchas parejas y desarrollen con cada una de ellas el mismo patrón. El trabajo individual y llegar a la herida originaria es lo que puede evitar tal repetición.
PAREJAS PROCEDENTES DE OTRAS PAREJAS
Otra de las situaciones bastante común es cuando la pareja que hace la demanda está formada por miembros procedentes de otras parejas. Hay casos en que la petición de ayuda es una forma de posicionarse frente al exmarido o ante la exesposa porque la actitud o la conducta de éstos les hacen daño y les impiden desarrollarse como una nueva pareja. La queja suele ser “nos está haciendo la vida imposible”.
En la gran mayoría de ocasiones, los conflictos que surgen cuando una pareja se separa tienen que ver con los hijos, ya sea en la falta de flexibilidad en su cuidado o en el incumplimiento del convenio regulador, con las cuestiones económicas o incluso, a veces, con que no se encuentra la forma de consensuar los términos dicho convenio.
Es un hecho que estas cuestiones acaban afectando a la vida de la nueva pareja. Los problemas se suelen atribuir a la falta de límites a la pareja anterior y por tanto se la hace responsable de la falta de definición del lugar que debe ocupar la nueva.
A veces se da el caso de que cuando surge un vínculo nuevo y el antiguo todavía no se ha acabado, cuando se solapa en el tiempo con la relación anterior, las personas no tienen espacio para hacer un duelo adecuadamente, no han tenido tiempo de estar “listos” para iniciar una nueva unión.
Si esto ocurre, en algunos casos, se albergan sentimientos de culpa, por haber “abandonado” a la pareja anterior. Este hecho hace que no sea fácil poner límites y exigir el cumplimiento de convenio regulador alguno.
La elaboración adecuada de ese duelo pendiente ayudará a que todo vuelva a su sitio y que cada persona ocupe el lugar correspondiente, por tanto todo funciona y las relaciones crecen.
LA PAREJA PERVERSA
Es un tipo de pareja donde cada uno de los miembros se “turna” para pasarlo mal o sufrir por el comportamiento del otro.
Normalmente, el contenido del conflicto son las infidelidades, (este contenido es lo que las diferencia del tipo de pareja mencionado antes “ni contigo, ni sin ti) entendiendo que el objeto de la infidelidad no es una única persona. Los afectados suelen describir este impulso como algo incontrolable, algo que sé que está mal pero que no puedo dejar de hacer. En el caso de los varones, muchas veces esos deslices tienen que ver con la prostitución, con la pornografía, etcétera; en el caso de las mujeres, por su parte, acostumbran a manifestarse teniendo múltiples aventuras, ya sea con amigos cercanos al círculo de la pareja, con compañeros de trabajo, con personas que conocen… Etcétera.
Se inicia así un ciclo en el que uno de los miembros desvela o hace que el otro/a descubra su comportamiento, para luego alegar que desea cambiar, que no quiere perder a la pareja, asegurando que nunca se va a repetir…, y lo habitual es que la otra parte acabe perdonando y la relación continúe. Ahora bien, el otro miembro de la pareja, el que en su momento ha perdonado, a menudo comienza a tener un comportamiento similar al que tuvo su pareja, con una infidelidad múltiple; y asimismo se encarga de que el otro o la otra sea sabedor de lo que ha ocurrido, y puesto que hay una deuda, ya que se trata del mismo comportamiento, el que perdona en este caso es el primero la inició.
De esta manera se establece en la pareja la sensación de que, en cualquier momento, uno de los dos puede ser infiel o puede marcharse, siendo permanente la amenaza de abandono, estando todo pendiente de un hilo. Es una situación precaria emocionalmente, pero se trata de personas muy familiarizadas con el sufrimiento, con el abandono, personas que consideran “normales” tales conductas abusivas, que tienen muy naturalizado el maltrato y que, a la postre, son capaces de perdonar cualquier cosa.
Lo más habitual es que sean personas que han sufrido o bien abusos sexuales o bien malos tratos en su infancia, incorporando así un patrón relacional en que “todo vale”, en el que me haces daño pero no puedo quejarme, no puedo hablar, no puedo ponerte límites. Si una persona incorpora esta creencia en su infancia la recreará en sus relaciones más íntimas, se generará una especie de “anestesia” por la que, en principio, uno no es capaz de identificar un comportamiento abusivo y lo permite al carecer de registros para pararlo.
OTROS CASOS
LA ENFERMEDAD DE LOS HIJOS
La enfermedad de un hijo o una hija un nacimiento con malformación o deficiencia, el proceso de duelo de la pareja, la culpa, el enfado, la búsqueda de soluciones… hasta llegar a una nueva estructura, serían el objeto de la intervención.
LA ENFERMEDAD SE INSTALA EN UNO LOS MIEMBROS
En estos casos es determinante la solidez de la relación antes de la enfermedad. Cuando una pareja es sólida, puede incluso servir para afianzarla todavía más; cuando ya había dificultades o conflictos, la enfermedad, si no es mortal, al principio los tapa, pero con el tiempo hace que afloren los conflictos preexistentes.
LAS PAREJAS CON HIJOS DE RELACIONES ANTERIORES
Muchas veces, al vincularse con otra persona que procede de una relación anterior y que tiene hijos fruto de la misma, no se contempla que los hijos ya existían antes que la nueva pareja. Esto hace que su fantasía de ser la primera o el primero, de que los hijos nacidos de esta nueva relación también sean prioritarios, genere conflicto y alejamiento emocional del miembro de la pareja que tenía hijos previos.
susa
Publicado a las 07:57h, 16 septiembreInteresante, las dos primeras ¿ lo podríamos aplicar a las relaciones duraderas en el tiempo, como por ejemplo el caso de relaciones familiares.Con la diferencia que aquí no puedes realizar una separación ya que siempre existe ese vínculo.?
notasdepsicologia
Publicado a las 11:11h, 16 septiembreSi, también se dan este tipo de vínculos en las relaciones familiares. Y es cierto que no podemos separarnos de nuestros hijos, padres, o hermanos con lo que deberemos tratar de transformar esas relaciones, entendiendo cual ha sido la dinámica que ha llevado a la familia a «expresarse» de ese modo y sobre todo que está tratando de expresar con esa conducta. La comprensión de como funciona nuestro sistema familiar es una gran ayuda para conseguir esa trasformación del vínculo materno/paterno filial o fraterno.